lunes, 25 de febrero de 2008

Héctor Durigutti, enología siglo XXI. Giorgio Benedetti

Revista en Primeur #1 PERSONAJES. Por Giorgio Benedetti

PERSONAJES Héctor Durigutti, enología siglo XXI




Entre los enólogos jóvenes argentinos Héctor Durigutti es uno de los que con más claridad ha marcado un rumbo e identificado con un estilo de vino que, guste o no, gana día a día espacio entre muchos consumidores. A los 36 años es uno de los preferidos por la prensa estadounidense, logró puntajes y elogios de varios críticos internacionales y ya asesora a doce bodegas. Giorgio Benedetti viajó a Mendoza, pasó un día entero con él, probó una treintena de sus creaciones y aquí explica el por qué de ese éxito.


Hay un concepto medular para entender pasado, presente, virtudes, proyectos, objetivos, e incluso los vinos de Héctor Durigutti. Y es que para él existe una “nueva enología”, o al menos una serie de nuevas variantes a la hora de hacer vinos, que puede advertirse a todo nivel: hay nuevos protagonistas, nuevos métodos y artilugios de producción, nuevas orientaciones, y lógicamente, nuevos vinos. Eterna sería una discusión sobre si hay tales nuevos vinos, qué tan nuevos son, si son todos iguales de monocromáticos y concentrados, o si estas etiquetas realmente representan “lo que pide el mercado”, como se escucha usualmente. Lo que es indiscutible desde lo concreto y fáctico es que definitivamente hay un nuevo estilo de vinos de características determinadas, con “métodos” de producción determinados y rostros jóvenes encargados de elaborarlos: Marcelo Pelleritti (Clos de los Siete), Matías Michelini (Sophenia), Andrea Marchiori y Luis Barraud (Viña Cobos), Mauricio Lorca (Enrique Foster)... y Héctor Durigutti,uno de los intérpretes más acabados y sólidos de esta nueva generación localde la enología New World que hoy, gusteo no, gana espacio entre los consumidores de gran parte del mundo.

Proyectos diversos y un mismo estilo
Cuando terminó sus estudios en la Universidad de Don Bosco (era pasante en la bodega Tittarelli), años antes de comenzar a desempeñarse en las grandes ligas, Durigutti decidió viajar y contemplar de primera mano el desarrollo de la enología en Sudamérica; además de trabajar en La Rioja y Mendoza lo hizo en Brasil y Chile, hasta que, en 1997, regresó a la capital de Cuyo.
El momento de ventura llegó en 1999, dos años después de que el flying wine maker italiano Alberto Antonini desembarcara en la Argentina y lo invitara a trabajar en su equipo. O más aún, lo eligiera y señalara como su indiscutido lugarteniente local. Aprendizaje al ciento por ciento fueron esos días en Altos Las Hormigas, donde el apellido Durigutti tomó notoriedad a la par del proyecto. En 2002, comenzó a sumar otros planes a su cartera: Cinco Tierras y lo que significó su primer sueño propio: Familia Durigutti. Comenzaban en aquel entonces a llamar la atención esos vinos bien oscuros, concentrados, de gran impacto y potencia en boca. Tuvieron todos muchos elogios y casi ninguna voz detractora en aquel momento. Hoy, quizá, tengan un poco más.


En 2004 se agregaron Renacer y Melipal, y la ratificación de confianza del afamado flying Antonini, quien lo contrató para trabajar en Matura, la consultora local del italiano en la que se desempeñó hasta el año pasado. Es que fue demasiado tentadora la propuesta de “Guillermo García Lamadrid, un empresario de Puerto Rico” que desembarcó en Mendoza y le ofreció no sólo elaborar su vino, sino incluso gerenciar el ambicioso proyecto desde una posición societaria. Lo pensó y aceptó.
Hoy Durigutti ostenta un portafolio de 12 bodegas a las cuales asesora, elaboró en 2007 nada menos que 3 millones de litros de vino, es el enólogo argentino que luce mayor cantidad de etiquetas con altos puntajes en la revista Wine Spectator y quien ha llamado la atención de más de un crítico renombrado made in USA. Lo cual es bastante importante. O no, depende de qué lado uno lo evalúe. Lo que sí, es que inevitablemente su nombre logró seducir a muchos importadores del mercado estadounidense y latino. Y en esto casi no hay lados desde donde evaluar. Esto siempre es a favor, y mucho más cuando los principales compradores de sus creaciones son los Estados Unidos y Brasil, ambos mercados más que tentadores.



Señas particulares
“En 1999 yo, con 29 años, escuché en la EVICO (Evaluación de Vinos de la Co-secha) a enólogos de primera línea hablar de la barrica en mis vinos y lo que tenían era insert staves. Ahí me terminé de hacer fiel a este estilo, me hice fiel a los resultados de un estilo”. La frase dibuja con bastante precisión el camino que ha tomado Durigutti dentro de la enología local. Es que, entre otras cosas, es de los que no cambian el tono de voz al hablar de chips o duelas, de corchos sintéticos, de la microoxigenación y de los porcentajes de sangría que hace en sus vinos, esos “tabúes que tiene la enología y que hay que tirar abajo”.“Hay que entender la sangría como un síntoma de calidad más que como un síntoma de concentración mayor. A veces yo hago (sangría) porque busco más calidad que concentración. Por ejemplo, en Neuquén (asesora a Valle Perdido) no necesitás sangría; allí vas en contra de la calidad, allí sí perdés aromas. Y lo mismo los insert staves muy bien trabajados con la micro; son muy efectivos para los vinos que se beben todos los días y donde no se busca gran complejidad... nadie toma todos los días un Yacochuya con 15.5° de alcohol.”
Degusté en la semana en la cual hice la nota una treintena de duriguttis: las tres etiquetas de Renacer, varios Malbec 2006 de tanque que luego serán Punto Final, el Familia Durigutti 2006, todos los Melipal, los Valle Perdido de San Patricio del Chañar y los vinos de su flamante proyecto export del cual es socio, que en poco tiempo saldrán a la venta. Todos tienen un claro estilo que los atraviesa: concentración, fruta bien madura, tostado de madera (insert en muchos casos);son potentes, briosos, con marcada acidez, casi densos y oscuros, oscurísimos.
Él asegura que en la cosecha 2006 ha reducido la presencia e intensidad de la madera. La verdad, yo mucho no lo noto.
Pero en todo caso la enología Durigutti no se resume a extracciones severas (que las hay) y madera-primer-uso. Él repite como columna vertebral de su identidad el hecho de “haber vuelto a lo artesanal sin perder la visión de lo industrial... yo uso en todos mis proyectos levaduras indígenas, prácticamente no clarifico, hago los remontajes a mano como antes, prefiero los viñedos viejos y el riego por manto, y la mayor parte de mi tiempo, desde siempre, lo paso en el viñedo... pero también uso screw cap, sangría, insert staves y microoxigenación”. Toda una declaración de principios.
Conjeturando con él acerca del éxito y el fracaso de los vinos me pregunto qué habrá pensado el día que vio su foto en la Wine Spectator, o cuando el reporte anual de los top 100 vinos del año del venerado mensuario estadounidense consideró que su Renacer cosecha 2003 era uno de ellos. Durigutti le da importancia, sí, pero no se va de sus cauces ni ve allí la concreción del objetivo de su vida. Con mayor claridad percibe el camino que bien pueden seguir sus vinos, el camino que él busca que sigan: “... en el tema de las exportaciones se ha abierto una puerta importante. Si se hacen bien las cosas, si somos consistentes, serios y se cumple con lo pautado, Argentina puede despegar, sobretodo por el Malbec, una variedad que no se da bien en todos lados”. Sensata reflexión, y más viniendo de quien vende la abrumadora mayoría de su producción fronteras afuera.


Cuestión de actitud
Más allá de que todos
sean impecables enológicamente, y aunque los viejos Altos Las Hormigas y actuales Renacer me parecen excelentes, personalmente no soy yo lo que se dice “un devoto de los vinos Durigutti”. Pero eso es una mera cuestión de gustos. Lo que sí definitivamente me transforma en admirador de él es su actitud. A todas luces soy admirador de quien en el mejor momento de su carrera opta por tener un derrotero diario de diez bodegas y no siente que lo padece, de quien busca respetar cada terroir del Malbec, la cepa tras la que él se embandera; soy seguidor de quien con genuina pasión trata de hacer mejores vinos cada cosecha, y de quien asegura que este cambio de la enología argentina es “generacional”, no una genialidad de su parte.
Tras un largo día de conversaciones y taninos bien apretados supongo positivo a todo nivel el tener un referente internacional de lo que es la joven enología local que no se quede en el vino como simple bebida, sino que busque indagar sobre los diferentes mercados, sobre las preferencias de los con-sumidores de hoy y el marketing, aunque su obligación sea sólo hacer los vinos. ¿Estará este complejo entramado de coyunturas que incluye hasta la comercialización entre las ocupaciones de los “nuevos enólogos”? Para él, no caben dudas.

Fuente:

martes, 19 de febrero de 2008

Kandinsky y Durigutti: el Arte y el Vino. Esteban Cynowiec

Kandinsky y Durigutti: el Arte y el Vino.

Todo comienza en un museo. Parado frente a un cuadro con una increíble gama de colores rabiosos y despeinadas líneas de fuerza que lo atravesaban, tuve una curiosa sensación: “cuanto más disfrutaría de este cuadro con una copa de syrah sanjuanino en la mano”. ¡Eso era! ¿Por qué no hacer de las artes plásticas, gastronómicas y enológicas una misma experiencia de enorme placer?
Fue en ese momento cuando decidí que tenía que experimentar por ese lado, así comencé esta aventura a la cual los invito a acompañarme en esta sección de Arte, Vinos y Gastronomía.

Wassily Kandinsky, Improvisation 31 (Sea Battle), 1913.
National Gallery of Art, Washington.



¿Quién dijo que lo único combinable con un buen queso azul danés es un aromático vino cosecha tardía, o uno dulce de postre? ¿Qué pasaría si a esta pareja la disfrutamos frente al tríptico “ El Jardín de las Delicias” de Hieronymus Bosch con el piano de Telonious Monk de fondo?
Acompáñeme en un recorrido por el exquisito e infinito mundo de los sentidos.
Aprovechemos para conocer juntos manifestaciones del arte poco conocidas acompañados por vinos y platos de igual carácter.
Este primer viaje lo haremos a través de la pintura y el vino, y para esto contaremos con la invaluable colaboración del sommelier: César Vera Barros, con quien recorreremos los complejos matices de un vino de autor – de dos autores para ser más precisos. El vino acompañará la experiencia de degustar una obra del pionero de la pintura abstracta: Wassily Kandinsky.

En 1913 Kandinsky presentaba su improvisación 31, considerada el inicio de la pintura abstracta por la utilización de líneas negras entre otras cosas, y a la que sorprendentemente dio un nombre menos genérico: “Batalla en el Mar”.
A muchos años y kilómetros de distancia, en la Argentina, los hermanos Pablo y Héctor Durigutti presentaban también el resultado de su batalla interna, el Familia Durigutti Malbec Reserva 2002.









En abril de 2002, los hermanos Durigutti decidieron encarar otro tipo de obra de arte, un vino monovarietal pero en el que cada uno de ellos elaboraría la mitad de él. Así es como este vino producido con 50% Malbec Lulunta (Maipú), y 50% Malbec de La Consulta (San Carlos). ¿Por qué este cuadro? ¿Por qué este vino? Vamos a intentar develar juntos esta intriga.
Primero descorche la botella y déjela respirar unos minutos mientras le echa un vistazo general al cuadro. Póngase enfrente y mírelo en un primera impresión, que como dicen, es la que cuenta. Concéntrese en el nombre de la pintura que no por casualidad puso su autor… hay una batalla… encuéntrela.
El vino ya está listo, sirva una copa y vamos a descubrir, también la batalla de los Durigutti.
Concéntrese en las líneas diagonales negras, primero las de la izquierda,. Descubra las velas del barco, aléjese si es necesario. Hay un barco… y enfrente un segundo barco, el de las otras líneas negras.
Descúbralos.
Ahora el vino. Acerque su nariz a la copa; en ese aroma de licor de cereza y berries con fuerte presencia de madera, hay también una lucha; la lucha entre roble francés nuevo por el que se jugo Héctor y la mezcla entre barrica francesa y americana que utilizó Pablo. Siga mirando la pintura y descubra los cañones de los barcos que se disparan mutuamente: algunas balas caen al agua, salpicando de negro la parte de abajo del cuadro, otras sobrevuelan el aire y pegan contra el fondo de la pintura, en la parte de arriba, manchándola de marrón claro o naranja. En el vino, los rivales también se posicionan y disparan; Pablo, utiliza el malbec de Lulunta, de 65 años de edad, y fermenta sus granos con levaduras seleccionadas, mientras que Héctor, apostando su nombre- y en verdad también el de su hermano-, fermenta con levaduras indígenas las uvas de un viñedo más joven, de 55 años; un malbec de La Consulta.
Por su lado, Kandinsky en esta obra no nos muestra una batalla; hace que la experimentemos, que la vivamos en carne propia, con su confusión, su bravura, su excitación y su furioso movimiento. Los Durigutti también nos hacen partícipe de su experimento, de su competencia de hermanos, de su experiencia como Winemaker´s.
El resultado de estas confrontaciones es el placer de disfrutar la majestuosidad y fuerza de una batalla de colores y formas que únicamente aparecen con sentido cuando uno se sumerge en el cuadro del pintor ruso, así como descubriremos la complejidad, modernidad y corrección del producto de dos hermanos argentinos recién cuando lo hayamos bebido con sumo dedicación. Miré su copa, observe los tintes violáceos y acérquelos al cuadro… es increíble como cambia de color el vino a medida que lo rodean los colores de los barcos, las balas y el cielo. Siga haciéndolo por su cuenta, no hay mejor acompañamiento para el arte ni para el vino, que el que uno elige.
Espero que este viaje virtual a la historia y realización de una obra de arte como es un vino, acompañado de uno de los grandes maestros e innovadores de la pintura le haya producido el mismo placer que a nosotros.

Esteban Cynowiec



pd: Agradecimientos por la nota, de Montana para Esteban.